El rival estaba por hacer su movida final.
Cerrar la partida en su favor.
Pero Ramonov, pensaba tomarlo desprevenido y evitar el jaquemate en una jugada de riesgo;
ejecutar algo como un enroque salvaje. Una suerte de cambio reina por peón.
O resignar un alfil a cambio del alma del buen rey.
Ramonov estaba convencido que esa era una táctica lícita del ajedrez,
aunque en tres campeonatos todo terminó mal. Con gritos, ambulancias y siempre;
pero siempre, las fuerzas del orden pisándole los talones...
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